Junio 22-1906. Querido y respetado Don Pedro: Desde hace muchos días quería y debía escribirle, pero siempre deteníame la mano la esperanza de que tardando un día más pudiera darle alguna noticia respecto á su asunto; pero en vista de que Maturana ha dado la callada por respuesta á mi última carta, me decido al fin á hacerlo hoy. Crea, Don Pedro, en la sinceridad de mis palabras y no vea en ellas otro afán que el de mostrarme ante Ud. como soy en verdad. El hecho de Maturana, con todas las dolorosas consecuencias que para Ud. representa, lo siento y deploro tanto como mío, no en balde es para Ud. todo mi respeto y todo mi agradecimiento y sentiría que, formando un mal juicio, llevara Ud. su dolor ó su ira de sentirse engañado, al extremo de creer que ha sido por culpa mía el fracaso pecuniario de "Lamentaciones". Todo esto tendría que agradecerle yo al sr. Dositheo Lopez quien despues de embarcarle a Ud. en tal aventura llevame a ella para abandonarnos despues á los dos. En fin, estas son otras cosas; lo que yo necesito es sincerarme ante Ud. para poder ir á su presencia, despojado de ese temor que hoy me asalta, ya que nada más terrible para mí que verme privado o suponerme privado del cariño que Ud. probó sentir para mí. Adivino la pena que vive en Ud. porque no ha podido menos que llegar á mis oídos el abatimiento que le ha producido todo eso, y crea que si antes no le he escrito ha sido porque yo he estado atravesando muy dolorosos días en vez de otros que yo suponía felices. Cuando hablé con Ud. la última vez disponíame á ir al Brasil donde fui a contraer matrimonio, á mi regreso halléme sin empleo y eso hasta ahora, es decir tres mortales meses, que para mí no han sido lo que debían ser. En tal situación, aumentada mi familia, sin recursos y con nuevas deudas para satisfacer, sentía que mi temperamento abatido no era favorable para ir hasta donde está Ud. y exponerme a sus reconvenciones, que aún cuando justas, al encontrarme en estado anormal, quizá hubieran sido motivos para un disentimiento doloroso. Y yo... lo acepté todo de Ud., pero... antes de perderle el cariño y el respeto que le tengo, prefiero que me haga culpable de todo, desde lejos. Adivino que ahí dirá Ud.- ¿Si me quieren y me respetan por qué no me defienden en lo que más necesario se me hace?- Y tendrá Ud. razón, pero ¿cómo exijirle á Maturana cuentas de lo que puede negar si todo se confió á su buena fe? A uno que falta á su palabra ¿qué puede hacérsele? No quiero ir más lejos, Don Pedro; lo que yo necesito es que Ud. crea en mi palabra, porque, desde que esto ha pasado, si algo lamento es ese alejamiento en que me tiene mi vergüenza, pues ¿como presentarme ante Ud. sabiéndole enfadado conmigo? Ignoro también si de Mercedes le han respondido á mi última carta pidiendo rendición de cuentas. ¿Quiere Ud. escribirme algo al respecto? Mucha sería mi satisfacción si una palabra suya me devuelve la certidumbre de que en su grande y noble corazon no he dejado de ser el que era. Suyo, siempre; Juan Mas y Pi Calle 7 n°1386