Mi ilustre compatriota: Yo, dentro de poco, habré desaparecido; porque he hecho tantas cosas grandes que ...¡ya no puedo más! Antes de irme, quiero dejar [como una hermosa despedida] marcadas mis últimas huellas, de una manera profunda, [y] en el corazón de los que siempre me respetaron [y] y a pesar de mi derrota, me [estiman] respetan todavía. Son cuatro ó cinco jóvenes intelectuales, que necesitan la mano de un poderoso para recorrer las primeras jornadas de sus nacientes vidas; jóvenes intelectuales á quienes yo imprudentemente llené de hermosos sueños y de altísimos propósitos. El señor Dn. Faustino E. Brughetti, alumno que fué de la Real Academia de Roma y como [(texto ilegible)] verdadero[s] genial[es], más lleno de voluntad que de técnica, es uno de ellos. Almafuerte, derrotado hasta el vilipendio público, ha resuelto asentarse para siempre de esta ciudad, y lo ha elegido a Vd. para que paternalmente lo represente en la dirección artística de este jóven. Acaba de presentar á la cámara de que Vd. es presidente unja solicitud de pensión para continuar sus estudios de pintura en la Ciudad de Roma, y es posible que esa solicitud, juntamente con la del hijo mayor del Sr. Diputado Nacional Dr. Dn. José Fonrrouge, sea entregada hoy á la consideración de esa Cámara. Pongo al jóven Brughetti, bajo la protección de Vd.; le declaro hijo de Vd. como lo era [cuan] de Almafuerte cuando Almafuerte algo podía en la vida; y espero que, al cambiar de padre, habrá ganado inmensamente. Que no se diga, por Dios, que en esta tierra, solo consiguen sus propósitos los hijos de los millonarios y de los bien acomodados en política. Respetuos