La administración Trump presentó este año al candidato Mauricio Claver-Carone para competir por la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID, en adelante), rompiendo así con el compromiso que primaba desde los orígenes de la institución y que especificaba el criterio respecto al origen de quien ocupa el cargo de la presidencia.
El criterio reservaba “la presidencia para un latinoamericano”, en contrapartida al establecimiento de la sede del organismo en Washington, Estados Unidos, y la otorgación de la vicepresidencia a un nacional norteamericano.
De este modo, se construía un equilibrio en la institución, al permitir una convivencia próspera entre los países prestatarios y el socio mayoritario (Banco Interamericano de Desarrollo, 1999).
La postulación y el triunfo de Claver-Carone fueron cuestionados por distintas voces regionales y extrarregionales, que se erigieron criticando la validez política y jurídica de la candidatura norteamericana tras la ruptura de las reglas no escritas.
Respecto a la validez política de la candidatura, la iniciativa del gobierno de Trump “rompe todos los acuerdos políticos originales” (Lagos, 2020), al terminar con una tradición respetada a lo largo de los años. Esta práctica es análoga a aquellas que aparecen en otras instituciones internacionales, como en el FMI, donde la presidencia se reserva a un europeo, o en el Banco Mundial, donde la presidencia se reserva a un norteamericano (Díaz- Bonilla, 2020).