Luego de su infructuoso recorrido de ias universidades francesas y antes de visitar la Biblioteca de i’Abbaye de Saint-Victor, Pantagruel, ya a punto de dirigirse a París, tiene un singuiar encuentro con un estudiante limusino, “écorcheur de latin”. Una primera y rápida lectura del capítulo podría inducir a la conclusión de que se trata de un episodio aislado, casi un pequeño incidente cómico más dentro del libro: lo que se narra es apenas un encuentro fugaz, el estudiante limusino se limita a entrar y salir de escena sin dejar traza en el relato. Creo que esa conclusión sería por cierto apresurada y errónea.
En cuanto reflexionamos un poco más atentamente, tratando de detenernos en los lazos y remisiones que cohesionan internamente el Pantagruel, comenzaremos a observar similitudes y paralelos entre el episodio del estudiante y otros pasajes de la obra de Rabelais, que nos dan la pauta de que el capítulo debe ser leído en un contexto mayor. El análisis del texto -que de alguna manera hace pendant a la embajada de sorbonardos encabezada por Maître Janotus deus Bragmardo en Gargantua, XVII-XX- ofrece un ángulo privilegiado para reexaminar cómo Rabelais ficcionaliza y traduce, en clave de humor, algunas de sus más profundas preocupaciones.