La muerte en los Andes, por sobre toda dimensión, es simbólica. Los difuntos perduran tanto en la memoria como en los actos cotidianos, siendo partícipes de la vida intrafamiliar y comunitaria. No se trata de una simple presencia de los ausentes, su manifestación es continua, suspendida en una realidad concreta que los hace partícipes del ámbito propio de sus allegados. Actualmente, en las creencias sobre la muerte se conjugan distintos valores y significados, en respuesta a la acción de las iglesias católicas y evangélicas. En este último caso, la promulgación de esta Fe se encuentra en expansión erradicando numerosas prácticas de raigambre prehispánica. A pesar de este fenómeno religioso, el comportamiento mortuorio en la Quebrada de Humahuaca aún hoy se encuentra embebido de numerosos rasgos impuestos por el culto católico y por prácticas propias de la ritualidad andina. En esta ponencia presentamos un recorrido entre las formas de preparar a los difuntos y sentir la muerte desde el pasado prehispánico hasta el presente. Particularmente nos detenemos en los contextos mortuorios arqueológicos de Tilcara, abarcando un lapso temporal de más de mil años. Concluimos que, pese a las sucesivas dominaciones y sus consecuentes transformaciones, primero incaicas y españolas, y en los últimos siglos, por la llegada de grupos de inmigrantes de origen árabe, italiano, indios, entre otros, el culto a los antepasados se mantiene como una pervivencia bien consolidada. Es posible que estas manifestaciones se sostuvieran por ser parte de las vivencias compartidas en el seno del hogar, en el que la muerte se naturalizaba a la par del acto de vivir y en última instancia daba sentido al vivir. Su validez está en que, en el presente, este esquema centrado en la reciprocidad con los que anteceden, se debe replicar como una vía para logar la satisfactoria reproducción social.