Se concibe a la observación como un dispositivo, analizador, que permite desocultar, develar, comprender, aspectos del funcionamiento de algunas situaciones, que pueden no aparecer como evidentes ante una primera mirada.
El sentido de un registro de observación es articular la mirada y la escucha. El poder de la mirada obra sobre la realidad, pero también sobre las representaciones. Sabemos que no existe una mirada inocente ni ingenua, que no hay recepción neutral, se trata no solamente de lo que se mira sino también de lo que se interpreta. Esto hace caer la ilusión de objetividad ya que el sujeto que mira es un sujeto activo atravesado por el peso de sus supuestos.
Es necesario reconocer el peso teórico que filtra y organiza la mirada en el recorte de la observación. Esto no implica caer en un subjetivismo sino resaltar la importancia de objetivar el proceso de observación en el que la subjetividad y la intersubjetividad están profundamente involucradas.