El envejecimiento humano se caracteriza por el enlentecimiento y la desaparición de algunas funciones, el decrecimiento de la vitalidad, el aumento de la vulnerabilidad, y la mayor incidencia de enfermedades y achaques. Se corresponde con una edad avanzada cronológicamente, que dentro de los parámetros biológicos, constituye grupos con mortalidad que supera el 60%.
A los 30 años de vida el ser humano, genéticamente programado, que ya ha finalizado sus procesos de maduración, se encuentra en condiciones biológicas óptimas en relación con el medio.
Se estima que el término de vida humana estaría prefijado con un máximo de 120 años, pero el envejecimiento no es un fenómeno genéticamente programado.
No hay criterios biológicos estrictos para definir la ancianidad; suelen utilizarse pautas de política laboral y jubilatoria para hacerlo. La pérdida de bienestar a cualquier edad y el desencadenamiento de enfermedades, desvían los procesos naturales de envejecimiento fisiológico a uno fisiopatológico.
El envejecimiento prematuro (cuyo caso límite sería la progeria) es patológico, pero hay procesos causales de envejecimiento precoz en grupos humanos. Las causales pueden ser de origen externo:
procesos infecciosos, accidentes, características laborales, influencias climáticas o estilos de vida; o causas internas; procesos biológicos, metabólicos, patologías vasculares, del colágeno u otras, o bien su confluencia.
En la planificación de salud importa el estudio de las causas de envejecimiento comparativo entre las poblaciones. La incidencia de algunas enfermedades es condicionante de envejecimiento:
diabetes 2, osteoporosis así como cambios en los parámetros biológicos- bioquímicos: alteraciones de los niveles de proteínas, ácido úrico, metabolitos de hormonas; índice de masa corporal o mediciones antropométricas. Todos ellos señalan un perfil epidemiológico y demográfico al que se debe sumar el perfil sociológico y de comportamiento individual en la relación del hombre y el medio.