El barrio amanece silencioso, con esa extraña calma que antecede las horas trágicas. Es el primer jueves de febrero en Villa La Cárcova –o simplemente Carcova, según la apropiación de sus habitantes-. El sol abrasa la basura en las orillas del río Reconquista; el esqueleto de un auto se oxida en el agua podrida. Sobre la joroba de tierra que bordea las vías, botellas vacías, cubiertas y chapas enmohecidas tapan el verde seco de los yuyos. (Párrafo extraído del texto a modo de resumen)