Por su parte, en el MERCOSUR lentamente se fue introduciendo la agenda social con éxito relativo. Las ideas ultraliberales que imperaban en la región y en el mundo a principios de los ‘90, propiciaron un modelo de MERCOSUR “fenicio” y casi exclusivamente orientado a lo comercial, con una institucionalidad de corte intergubernamentalista y de baja intensidad que le eran funcionales (Caetano, 2011). Esta característica hizo que los temas ajenos al ámbito netamente económico estuvieran relegados por largo tiempo. Es en el decenio pasado el momento en que empiezan a cobrar relevancia temas como la libre circulación de personas, migraciones laborales y ciudadanía regional.
Sin embargo, no debe perderse de vista que la construcción de espacios sociales en el MERCOSUR encuentra limitaciones dado el esquema de unión aduanera (imperfecta) alcanzado, modelo, como se dijo, implementado en la década del ’90 en la que se vivía una “desconstrucción de la ciudadanía en los países de la región y excluyente del tratamiento de las cuestiones sociales” (Pérez Vichich, 2007:18).
El cambio de rumbo estuvo dado en los últimos diez años con los cambios políticos suscitados en la región. De esta manera el MERCOSUR retoma sus objetivos iniciales de constituir un mercado común en el que la cuestión social cumple un rol fundamental.