Los biomateriales son materiales utilizados y adaptados para su uso médico. En las últimas décadas se ha incrementado su uso, como consecuencia de distintas afecciones médicas, ayudando de esta manera a mejorar la calidad de vida de los seres humanos.
Particularmente, en el caso de los implantes dentales el incremento y la necesidad de su uso condujo a que, en los últimos años, se haya puesto mucho esfuerzo en el diseño y proceso de fabricación de implantes, sobre todo desde la ingeniería de superficies. Estos avances, permitieron una mayor aceleración y robustez en los procesos de osteointegración, contribuyendo a la disminución de la tasa de fracaso de los implantes por enfermedades periimplantarias. [1] El Titanio y sus aleaciones son ampliamente utilizados como biomateriales debido a su excelente biocompatibilidad, lo que refiere a la aceptación biológica y capacidad del material de ser utilizado en estrecha conexión con los tejidos vivos sin causar ningún tipo de reacción adversa (ya sea local o sistémica) sobre el organismo. Además, el titanio posee la propiedad de pasivarse frente a distintos medios acuosos, es decir, formar espontáneamente una película de óxido (TiO2) inerte, adherente y muy estable sobre la superficie del metal. Esta película de oxido nativa (TiO2), le otorga una excelente resistencia a la corrosión en variados ambientes y la característica de ser un material bioinerte (no se generan reacciones ni modificaciones en el entorno biológico, tampoco se desarrolla una unión directa, adherente y fuerte con los tejidos duros y/o blandos).
Dentro de las propiedades funcionales que lo hacen apto para su aplicación en la implantología dental, se destacan las buenas propiedades mecánicas (resistencia a tracción y a fatiga, dureza, resistencia al desgaste, y ductilidad y un peso específico relativamente bajo (densidad de 4,5 g/cm3), en comparación con otros biomateriales comerciales. [