Para ciertas corrientes filosóficas «semiótica y hermenéutica» constituyen dominios no sólo distantes sino también difícilmente conciliables. Probablementefue Michel Foucault quién mejor expresó esa antinomia, cuando sostuvo que “semiología y hermenéutica son dos feroces enemigos” (2010: 49). Si en su momento Nietzsche declaró que “no hay hechos, sino interpretaciones”, podría adjudicarse a Foucault una actualización de esa sentencia en los siguientes términos: no hay signos, sino interpretaciones. En sus palabras: “Una hermenéutica que se ciñe a una semiología tiende a creer en la existencia absoluta de los signos: abandona la violencia, lo inacabado, la infinitud de las interpretaciones, para hacer reinar el terror del índice, y sospechar del lenguaje” (ibídem).