Si bien no se niega el rol de acción directa de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) como sector de combate contra los denominados “partidos tradicionales”, el presente artículo buscará complejizar en este sentido, puntualizando que la relación entre el aliancismo y Perón, ya desde su época de funcionario del gobierno militar, no estuvo exenta de vaivenes, identificándose una etapa de “apoyo crítico” (1943-1944), un período de hostilidad (1944-1945), seguido de una especie de “tregua” durante la campaña electoral de 1946, volviendo los enfrentamientos con la ratificación de las Actas de Chapultepec para, luego de su aprobación, entrar la Alianza en una etapa deliberativa con una clara tendencia hacia la peronización, consolidada desde 1952 según autores como Capizzano. Este proceso gradual estuvo plagado de conflictos internos, que generaron múltiples cuestionamientos al liderazgo de Juan Queraltó, generándose sucesivas divisiones, la salida de buena parte de sus miembros y la asunción de Guillermo Kelly como líder de la ALN, con la consiguiente incorporación de la misma al aparato político peronista aunque con un armado político e ideológico propio que, en ocasiones, le ocasionaba roces con la conducción del Movimiento.