Una marca constitutiva del tiempo presente es la centralidad que adquiere la vida digital a partir de la emergencia del capitalismo de plataformas o el capitalismo de vigilancia. En ese contexto las formas de gobierno de la vida se transmutan y la lógica algorítmica es aquella que se vuelve dominante. La proliferación de dispositivos electrónicos que capturan datos sobre la vida de los individuos y las poblaciones se ha vuelto omnipresente, haciendo del capitalismo de vigilancia ese Big Other omnisciente de los actos, preferencias y deseos. Asimismo, es la instancia que, con base en la mineración de datos (datmining), conduce las conductas en la actualidad. Por ese motivo, la vida en la actualidad se vuelve sinónimo de “estar on-line”. La base científica para ese movimiento es situada en la creciente cerebralización del sujeto, que tiene su suporte epistémico en el exponencial desarrollo de las neurociencias y neurotecnologías. En ese contexto surgen las profecías del transhumanismo que señalan la primacía de la vida virtual, entendida como la posibilidad de vivir solamente a partir del lenguaje computacional binario 0-1, y sin la necesidad de enraizamiento corpóreo, que se entiende más cualificada que la vida biológica y corporal. Entendemos que Ray Kurzweil, ingeniero-jefe de Google, es una de las principales referencias en esa dirección, siendo dos de sus obras ejemplares en ese contexto “La medicina de la inmortalidad” (como fuente primaria) y “¿Cómo crear una mente?” (como fuente secundaria). Entendemos que en las mencionadas obras se presentan los principales postulados teóricos del transhumanismo sobre la primacía de la vida digital sobre la vida biológica y sobre la posibilidad de volver homólogos al cerebro y la máquina computacional.