Este trabajo explora la dualidad fundamental de la obra de arte a través de los conceptos de revelación y expresión, presentados como instancias interdependientes y casi simultáneas en la experiencia estética. Se postula que toda obra de arte, en su materialidad "con-formada", se revela como una presencia que instaura un "aquí y ahora". Esta revelación inmanente es, a su vez, portadora de una expresión trascendente que comunica la verdad intrínseca de la obra.
El objetivo principal es cuestionar la concepción monolítica de la "obra de arte" en la Historia de la Pintura, proponiendo una distinción crítica basada en el origen, la intención (telos) y la naturaleza de la imagen. Para ello, se contrasta el arte de las civilizaciones antiguas —donde una "conciencia-colectiva" genera imágenes simbólicas para satisfacer una necesidad social— con el arte a partir del Renacimiento, donde el artista-creador individual expresa su propio ser y establece un mundo a través de su obra. El artículo plantea interrogantes clave sobre si la validez plástica y el estatus de "arte" pueden aplicarse de igual manera a un fresco en Chichén Itzá y a un cuadro de Rubens.
Finalmente, se introducen los conceptos de imagen significativa (que informa sobre sus componentes referenciales) e imagen significante (cuya expresividad reside en la validez plástica de la forma misma) como herramientas para analizar y diferenciar estas producciones. El texto concluye invitando a una revisión exhaustiva de la Historia del Arte desde esta perspectiva crítica.