El estudio sobre la correspondencia de M. T. Cicerón (106-43 a.C.) ha enfrentado dos obstáculos fundamentales: en primer lugar, dos acendrados prejuicios, uno referido a que, en general, con respecto a géneros calificados como "mayores", la epistolografía en prosa cuyo contenido se deriva de sucesos reales ha sido considerada como un género marginal y subliterario; otro, vinculado con la presuposición de inmediatez y "honestidad" con que este tipo textual ha sido abordado por buena parte de la crítica. Esta circunstancia ha determinado que, hasta fecha muy cercana, el epistolario ciceroniano fuera valorado ya como un útil complemento para el estudio socio-histórico del período abarcado por él (68-43 a.C.), ya como una fuente de acceso privilegiado a los "verdaderos" pensamientos u opiniones del autor.