El campo profesional de las Ciencias de la Educación se funda en 1914 con el propósito de monopolizar la intervención educativa en la formación docente del sistema educativo nacional.
Cien años después encontramos una reestructuración del campo, constituido no sólo de actividades formales sino también de actividades de acción pedagógica por fuera de la institución educativa. Ante este escenario tenemos dos posturas para avanzar en la indagación. Por un lado, desde un enfoque de la empleabilidad, donde el foco de análisis está puesto en el sistema productivo, determinante de las demandas sociales de las profesiones, y junto a ello, la formación universitaria como proveedora de los recursos humanos que el sistema necesita. En este caso, la diferencia importante entre teoría y práctica, entre formación y trabajo, permite pensar en términos de ajuste o desajuste entre lo aprendido en la universidad y en qué medida eso se ajusta a los requerimientos de los empleadores.