Habitualmente, se considera como “opinión pública” a la suma de las opiniones de individuos, quienes responden a las preguntas de encuestadores que llevan a cabo sondeos de opinión a fin de determinar cómo se compone aquella opinión. Incluso, puede suponerse que los individuos dejan su esfera privada y concurren al espacio público para opinar, constituyendo así la opinión pública. La relación entre el espacio privado y el espacio público, de esta forma, queda significada como dos instancias de sumas de partes individuales que conforman un todo, por lo que no solamente se considera al individuo como tal en la privacidad doméstica y empresaria, sino en términos políticos. La identidad política se piensa, de esta forma, como exclusiva de una operación de respuesta individual a una pregunta de sondeo. El artefacto que hace pasar la respuesta a una pregunta aislada, estandarizada y técnica por una opinión, realiza una operación ideológica que diluye la relación entre la racionalidad y la afectividad, pero ni siquiera a favor de visibilizar la primera en detrimento de la segunda, sino enarbolando el triunfo de la razón técnica.