El tema de la tradición y la ruptura está en la base del pensamiento latinoamericano sobre la cultura en la modernidad, tal vez porque entre nosotros la ansiedad de la influencia se manifieste desde las independencias en el siglo XIX. Mucho más entre las elites productoras y reproductoras de opinión pública, llegó a tener consecuencias delirantes e inclusive provocó lo que Roberto Schwarz calificó de “malestar intelectual” (1). Pareciera que el estado imitativo del proceso de adquisición y transmisión de las formas discursivas occidentales aquí proyectó, sobre todo, el sesgo de nuestra dependencia epistemológica en relación con las metrópolis, en vez de franquear el acceso a la síntesis cultural.