Así como la madera y la piedra, el cuero o la piel de diferentes animales, se ubica entre los primeros recursos materiales con que el hombre pudo sobrevivir y crecer en los diferentes medios naturales y tiempos en los cuales, y bajo las condiciones en las que debió habitar y adaptarse, que figuraron siempre un desafío, es desde entonces que ha representado tal vez su aliado estratégico inseparable, ya sea convertido en herramienta, utensilio o abrigo. En su evolución logró, de este recurso, un constante y permanente progreso en las maneras de tratamiento, de empleo, aplicaciones, aspectos, combinaciones y un sinnúmero de “descubrimientos” acerca de las propiedades o prestaciones que podía lograr de este noble material. Con orígenes tan diversos como especies animales hay sobre el planeta, desde el principio de su presencia, supo que en él hallaría el elemento, que con su asombrosa ductilidad que permitiría solucionar una inmensa variedad de necesidades, a las cuales iría descubriendo gradualmente las adaptaciones de este material. Aparecen luego las condicionantes dadas por cuestiones geográficas, climáticas, funcionales étnicas, que dan lugar a los diferentes tratamientos y procesos, con el fin de adecuarlo a estas circunstancias, siendo desde allí donde comienzan a manifestarse las distintas formas de uso y sus aspectos, que habrán de constituir de este modo las diferencias culturales en el empleo del cuero o pieles de animales.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)