El tempestuoso siglo XIX se caracteriza por sus fuertes cambios. Cambios anunciados y gestados en el pasado pero que se desarrollarían en estos dinámicos y a veces caóticos años. Cambios en todos los ámbitos de la vida y el conocimiento. Revoluciones de toda índole tendrían su lugar. La ciencia y la economía se retroalimentarían, el término “científico”, acuñado en 1833 por William Whewell, sería parte fundamental del lenguaje de la época; la economía cambaría drásticamente con la revolución industrial. En política, las nuevas ideas del anterior siglo sentarían las bases para las revoluciones burguesas, revoluciones que se explayarían por el mundo mediante el imperialismo y buscaría alianza con el movimiento obrero al que, para evitar su triunfo, le cederían el sufragio universal. En filosofía, surgirían los principios de la mayor parte de las corrientes de pensamiento contemporáneas. El arte demoraría en iniciar el proceso de vanguardización pero quedaría cimentado en movimientos como el impresionismo. Y no escaparían a este proceso las técnicas de impresión y las nuevas comunicaciones, que construirían las bases del Diseño Gráfico actual.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)