Además de modernizar su producción, las bodegas se convirtieron en espacios vanguardistas que atraen a amantes del vino y del diseño. Podríamos llamar “templos del vino” a muchas bodegas que han dejado de ser fábricas de tintos y de blancos para ganar protagonismo como espacios arquitectónicos, que antes que atraer con las obras maestras de sus enólogos lo hacen con monumentales estructuras que no dejan de sorprender.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)