Las últimas dos décadas han presenciado una elevada movilidad del factor trabajo entre países, provocando que muchas familias cuenten con algunos de sus integrantes viviendo y trabajando en el exterior y enviando transferencias (remesas), en dinero o especie, a aquellos familiares que permanecieron en el país de origen.
En el trabajo se aprecian los efectos de cambios en los volúmenes de remesas en las economías receptoras, encontrándose un proceso de apreciación del tipo de cambio ante ingresos adicionales de divisas; mayores flujos de remesas están asociados a mejoras en las variables educativas, y por lo tanto del capital humano; y que al recibir este tipo de ingresos no laborales, los hogares tienden a reducir su participación en el mercado de trabajo, pero aun así el ingreso de los hogares aumenta. Se observa también una relación relativamente clara de cambios en los ingresos por remesas de los hogares y la situación de pobreza de los mismos, aunque no sobre la desigualdad del ingreso.
Los efectos persisten en el tiempo para los distintos escenarios, y en un contexto de crisis global, con reducciones de remesas, se puede esperar un impacto inmediato sobre el bienestar de la población y su situación de pobreza.