El vitral es una de las técnicas que nuestro tiempo rescata del pasado. Ya sea sobre vidrio o en paneles transparentes de distintos materiales (acrílico, acetato. Falso vitral) es usual encontrar hoy decorados o interiores en los cuales aparecen imágenes y figuras como en las iglesias góticas (Fig.1), creando un clima y una atmósfera que nada tienen que envidiar a aquellos siglos que abocamos con nostalgia. Si bien sus antecedentes pueden buscarse en China y en la más remota antigüedad, la época más brillante de las vidrierías se encuentra entre los siglos XII al XVIII.
Los historiadores alemanes sostienen que su país fue la cuna de los vitrales, con sus escuelas de esmaltadores que conocían el manejo de los colores, y el proceso de cocción. La tesis de la prioridad alemana en la vidriería, que se debe a Gessert, menciona a los monjes Bruno y Weernher, quienes entre 1029 y 1091, abrían ejecutado vitrales en el país germano.
En este trabajo abordaremos la producción de Cecilia Orellano, nacida en la ciudad de La Plata, donde se desempeña como profesora de esta técnica, y de la pintura de grisalla.
Sus imágenes, abandonando la categoría de “sublime” se insertan en el contexto de la cultura contemporánea mediante el agregado de “vitrofusión”.