A partir de “El matadero”, este trabajo distingue una nueva función del lector que hace las veces de la mirada onírica teorizada por el psicoanálisis. Las dos aristas interconectadas de este lector conllevan a un lector explícito o receptor que le sirve de apoyo al narrador y a un lector de carne y hueso que no tiene una relación con el significante en el texto sino justamente con la ruptura en el lenguaje. Así, el lector personifica al soñante desdoblado en mirada que mira desde afuera del escenario de las acciones cómo esta misma mirada le devuelve la mirada desde el escenario.