La calidad de los alimentos es una construcción social, es decir un proceso que involucra no sólo a los productos, sino también a las interacciones alrededor de la definición y el control de esos productos. Estas interacciones comprenden el conjunto de actores involucrados en la producción, transformación, distribución y consumo.
Las políticas públicas han favorecido iniciativas de agregado de valor en los alimentos, a través de herramientas de calificación como la denominación de origen, la indicación geográfica, marcas colectivas y marcas locales, orgánicos (Ghezán et al, 2013; Cendón, Bruno, 2017). El territorio de Tandil cuenta con una larga trayectoria en la producción de alimentos artesanales, a lo que se suma el desarrollo del turismo, un entramado institucional consolidado y una sociedad pujante y emprendedora que apuesta a las producciones de calidad. En este contexto, han emergido diferentes experiencias asociativas entre actores heterogéneos que apuestan a valorizar la producción local.