La cuestión de quienes son los sujetos históricos y cuáles son sus modos de existencia ha sido central en la ciencia histórica, y sin duda todavía plantea numerosos problemas.
No se trata solo de saber “ quienes son los qué” (según la clásica pregunta para determinar el sujeto gramatical) sino qué tipo de definición es útil o adecuada para el análisis histórico. ¿En qué lugar de la realidad social, en qué nivel o instancia se constituyen los sujetos? ¿En una o en varias? ¿En todas a la vez y simultáneamente, o hay algunas manifestaciones que son derivadas de las otras? Más específicamente: ¿qué relación hay, en esa constitución, entre los aspectos que suelen llamarse objetivos (por ejemplo, su inserción en la estructura socioeconómica, o en la estructura política) y lo que, impropiamente quizá, se denominan subjetivos, es decir la percepción que esos sujetos, y los otros, tienen de esa situación. Si estos problemas, en cuyo análisis se manifiesta hoy un importante impulso renovador, son comunes a la historia y a las restantes ciencias sociales, hay uno que es propio de ella y que hace a su diferencia específica: hasta qué punto es adecuado utilizar, para un proceso cuyo devenir permanente se afirma, categorías fijas, principalmente estáticas, como las que habitualmente elaboran las ciencias sociales