Dentro de las grandes discusiones sobre el patrimonio arqueológico que en los últimos años se han producido en el país, hay un fenómeno de gran interés y que debe ser destacado; la falta casi absoluta de trabajos serios acerca de los mecanismos del saqueo, deterioro, tráfico ilegal y comercialización de los bienes en discusión.
Y esto es aún más interesante, si aceptamos que la definición misma de conservación del patrimonio pasa primero por definir lo opuesto: la destrucción de ese patrimonio. ¿Cómo es posible entender y proponer alternativas a la protección patrimonial si no entendemos aún las causas, objetivos y mecanismos de su destrucción? Conservar y destruir es una antinomia dialéctica, un par inseparable, ya que el uno existe en la medida en que existe el otro.