Uno de los desafíos más importantes y centrales que se plantea la Ecología, es llegar a proyectar, con un grado de certeza estimable, los cambios y persistencia de la diversidad (Biodiversidad) de especies (Hutchinson, 1959 y otros). Según Hubbell (2001) la biodiversidad es la “Riqueza de especies y su abundancia relativa en el espacio y el tiempo”. De esta definición se desprende fácilmente la importancia de conocer los atributos emergentes de las poblaciones, como los demográficos -supervivencia, fecundidad, abundancia, densidad- y los procesos evolutivos y ecológicos -deriva ecológica, evolución y extinción.
Así, el estudio de los procesos de cambio espacio-temporal de las poblaciones involucran el análisis de sus respuestas numéricas frente a las interacciones de las unidades organísmicas entre sí y al permanente ajuste a las diferentes variables ambientales, que promueven o limitan la posibilidad de la generación de diferentes ensambles de poblaciones y/o especies.
Los conocimientos mencionados resultan esenciales para la interpretación y predicción de los posibles desplazamientos (dispersión, migración) de las poblaciones de las especies que conforman y dinamizan diferentes ensambles, como las metapoblaciones, comunidades, metacomunidades y/o unidades de paisajes regionales. Vale considerar entonces la importancia del nicho ecológico al momento de resolver también lo que se denomina ecología evolutiva de poblaciones y de ecosistemas (históricamente tratadas como disciplinas específicas para cada nivel de organización) y que, según Chase & Liebold (2003), el concepto de nicho es el nexo que vincula ambas disciplinas.