En la naturaleza, una población no existe sola en un área sino junto a poblaciones de otras especies, y los individuos suelen interactuar con efectos positivos o negativos. La evidencia de tales interacciones es a través de cambios en el tamaño poblacional de una población cuando se producen cambios en la otra. Una de las interacciones con efectos negativos es la competencia.
A nivel individual, la competencia puede definirse como una interacción biológica entre dos o más individuos, que se establece para la obtención de un recurso que es escaso o de difícil acceso. Por su parte, un recurso es un componente del ambiente requerido por un organismo para su crecimiento, mantenimiento y reproducción normales. Por lo tanto, el agotamiento de ese recurso reduce el crecimiento, la supervivencia o la reproducción de los competidores. Para que la competencia sea significativa, el recurso debe escasear en el presente o en el futuro inmediato.
En general, las plantas compiten por espacio, luz, agua o nutrientes, mientras que los animales compiten por alimento, sitios de anidamiento, refugio o pareja.
La competencia es una interacción recíprocamente negativa, es decir que todos los individuos que participan en la competencia pierden energía y/o tiempo que podrían haber invertido en su propio crecimiento, supervivencia o reproducción. Si bien puede haber un “ganador” que logra, por ejemplo, aparearse con la hembra y por lo tanto su aptitud aumenta en relación con la del macho perdedor, si el macho ganador hubiera podido aparearse con las hembras sin entrar antes en competencia, su aptitud a largo plazo sería aún mayor, ya que habría evitado los costos asociados con la interacción.