El presente trabajo intenta dar cuenta del funcionamiento de una economía de tamaño medio como la argentina en un contexto donde la autoridad monetaria posee múltiples objetivos. En particular, se demuestra que, bajo ciertas condiciones, un esquema de tipo de cambio fijo y estabilidad de precios domésticos es perfectamente consistente con la plena movilidad de los flujos internacionales de capital, superando así las restricciones impuestas por el “trilema monetario”. A tal fin, resulta fundamental la intervención directa del gobierno en el mercado cambiario con los recursos provistos por el superávit fiscal. Gracias a la misma, se alivia la presión que imponen en el mercado de bonos local (y por ende sobre la tasa de interés interna) los mecanismos tradicionales de esterilización monetaria que dispone el Banco Central. En este sentido, las retenciones a las exportaciones juegan un doble rol: por un lado, representan una herramienta antiinflacionaria directa, ya que permiten contener la evolución del componente transable del índice de precios. Por el otro, los impuestos al comercio exterior alimentan los recursos excedentes que maneja el Estado y por ende, otorgan mayores grados de libertad para sostener el valor de la divisa sin necesidad de generar emisión monetaria como contrapartida.