Si quisiéramos comprobar la influencia de la especialización profesional sobre la orientación mental de dos clases distintas de estudiosos, podríamos preguntar a un geólogo y a un zoólogo:
—¿Qué se entiende por Ammonites?
Con toda probabilidad, el geólogo respondería algo así:
—Los ammonites son conchas fósiles, generalmente simétricas y regularmente arrolladas, siempre multiloculares y provistas de tabiques de forma complicada, que son más a menos abundantes en ciertas formaciones marinas del paleozoico superior y del mesozoico, resultando, por su gran variabilidad, valiosos indicadores estratigráficos.
Y, con toda probabilidad, la contestación del zoólogo sería de este otro tipo:
—Los ammonites eran moluscos de la clase de los cefalópodos caracterizados por la protoconcha globular, la concha externa multilocular, el sifón marginal y las líneas de sutura con lóbulos puntiagudos, odenticulados, o ramificados, que aparecieron a fines del silúrico y se extinguieron a fines del cretácico.
Estas respuestas imaginarias sintetizan lo que efectivamente he oído manifestar por conocidos míos que se han dedicado a la geología y a la zoología (o a la paleozoología), respectivamente, y pintan el estado actual delas cosas: por un lado la mayor parte de los geólogos no se interesan en los animales a que pueden haber pertenecido las conchas que llamamos ammonites, y por otro lado la totalidad de los paleontólogos y de los zoólogos parece tener el firme convencimiento de que aquellos animales no podían ser sino cefalópodos.