Las palabras de la guerra en Colombia han sido estudiadas desde múltiples perspectivas. En los últimos quince años la noción falsos positivos ha tomado relevancia en campos del orden político-militar, periodístico, de los DDHH y académico, desde donde se han asignado significados y contenidos de representaciones limitadas. Desde una perspectiva más amplia, la noción falsos positivos pertenece a la gramática y a la dramática de la guerra moderna colombiana, pues emerge en un contexto de conflicto armado interno, debido al afán de mostrar resultados de combate ante las FFAA (moral y valor de las tropas), ante la opinión nacional (una dosis diaria de muerte) e internacional (eficacia, eficiencia de los recursos bélicos por cooperación, control soberano local y regional), para demostrar que se estaba ganando la lucha antiterrorista y así brindar a la población (principalmente urbana) cierta sensación de seguridad y partes de victoria. Como todas las palabras de la guerra esta noción encubre los sucesos hasta trivializarlos; surge al espacio público desde la publicación número 34 de la revista Noche y Niebla del CINEP (2006) y desde 2008 adquiere resonancia en los medios de comunicación del país, por presiones continuas realizadas por el movimiento de DDHH, especialmente por las Madres de Falsos Positivos de Bogotá y Soacha -MAFAPO y sus luchas emprendidas por la memoria de sus familiares desaparecidos, torturados, asesinados y presentados ante la opinión pública por las FFAA como miembros de alguna OAML dados de baja en combate.