El trabajo social ha sido una disciplina que desarrolló un crecimiento en el espacio académico muy significativo, en general a partir de la década del ’60, en vínculo con su inserción universitaria y el auge del movimiento reconceptualizador, que implicó el reconocimiento respecto del lugar asignado a una profesión que desplegaba intervenciones -nunca neutras- a partir de su dependencia e inserción al interior de un amplio abanico de instituciones estatales.
En Argentina, desde la reapertura democrática, en el conjunto de las ciencias sociales, se retoma y desarrolla una mirada crítica sobre el estado, las políticas sociales y las profesionales que producen / reproducen conocimiento/s que se articulan, respaldan y construyen argumentos, de manera recurrente, para el conjunto de equipos, instancias, instituciones que conforman la estatalidad y desarrollan gubernamentalidades diferenciadas, posiciones y miradas que podemos identificar de manera situada en la década del 80, 90 como a partir del nuevo siglo, etc.
Los procesos de configuración de problemas sociales, las representaciones sociales, la construcción de intervenciones, el diseño de programas, políticas e inclusive muchas de las leyes que se elaboran en el Congreso, se nutren y respaldan en saberes, un conocimiento “científico” que denota cómo circulan -o no-, cómo se socializan y difunden -o no- ciertos argumentos, posiciones y saberes.