La relación arte – diseño ha tenido sus fluctuantes estados desde que empezaron a convivir en las sociedades como prácticas culturales. El ejercicio de la profesión en ambas contempla a lo proyectual como una metodología necesaria, pero, también, es una que las separa, en tanto que el arte se autodefine a partir de estatutos que son universales. Existe un reparto establecido por Occidente que separa lo real/virtual como ordenadores del sistema mundo, por un lado, la virtualidad ha cumplido la función en las relaciones de autoridad, de subjetividad, de política, de emancipación y de construcción de una verdad y por el otro, la realidad, asume un rol multiforme que demuestra una pluralidad en tanto que se abre a lo simbólico – imaginario pero que aun así no puede dar cuenta de nuestra experiencia en este mundo. En este artículo se propone reconsiderar la metodología del diseño, su implementación en la sociedad como proyectual ya que sus producciones en contextos determinados son pensadas para un “otro” estableciendo corrimientos y desenvolviéndose de tal manera que no permite una hegemonía de pensamiento ya que son cambiantes, localizadas, solventan necesidades particulares, se mueven en entornos reales y descolonizan no sólo el reparto disciplinar o procedimental sino que permiten reconsiderar las herencias de pensamiento de occidente.