Los primeros meses de vida son fundamentales para el adecuado desarrollo del sistema inmunitario del recién nacido. Dicho sistema se encuentra estrechamente relacionado con la composición de la microbiota intestinal definida como la comunidad de microorganismos que habitan todo el tracto gastrointestinal, encontrándose principalmente en el colon (90%).
La composición de la microbiota intestinal es dinámica. Está compuesto por especies nativas adquiridas desde la génesis hasta el primer año de vida, y por otras especies transitorias (1).
La formación, desarrollo y composición de la microbiota está condicionada por factores prenatales, natales y postnatales. Dentro de estos últimos, es importante destacar el tipo de alimentación que reciba el niño (2,3).
La leche materna garantiza la adecuada nutrición del lactante durante sus primeros meses de vida.
Además, contiene una gran cantidad de factores bioactivos, entre los que se incluyen factores inmunitarios celulares y solubles, prebióticos y probióticos (4).
Los probióticos son “microorganismos vivos que después de su ingestión en un número específico, ejercen beneficios para la salud del huésped”; esta definición es la más reciente acordada por consenso por la ISAPP (Asociación Científica Internacional para Probióticos y Prebióticos por sus siglas en inglés) en 2014.
Y los prebióticos, son “ingredientes alimentarios de baja digestibilidad (oligosacáridos) que llegan al colon y sirven de sustrato a los microorganismos, originando energía, metabolitos y micronutrientes utilizados por el hospedador y estimulando el crecimiento selectivo de determinadas especies beneficiosas (principalmente bifidobacterias y lactobacilos) de la microbiota intestinal”(5). Estos últimos, se sintetizan en la glándula mamaria, reciben el nombre de oligosacáridos de la leche humana (HMO, por sus siglas en inglés) (6). Tanto los probióticos como los prebióticos desempeñan un rol clave en el desarrollo de la homeostasis intestinal (7).
Actualmente se reconoce que un lactante alimentado a pecho recibe, por cada 800 ml, 1.000.000 a 10.000.000 de bacterias, por lo que cumple un rol fundamental en la conformación de la microbiota intestinal (8).
Por todos los beneficios que aporta la leche materna, se considera a la lactancia materna exclusiva una herramienta fundamental como factor de protección ante futuras enfermedades asociadas a alteraciones de la microbiota (9). Dichas alteraciones definidas como “disbiosis” derivan en la génesis de diversas afecciones de carácter inmunitario como es el caso de las alergias alimentarias.
La alergia es una respuesta exacerbada del sistema inmunitario a un elemento desencadenante. Una probable causa de las alergias alimentarias es la composición de la microbiota intestinal, que en conjunto con el sistema inmune puede determinar si se desencadena o no una reacción de tipo alérgica frente a un alimento (10).
Los índices de prevalencia de alergias alimentarias se encuentran en aumento en las últimas décadas y afectan principalmente a la población infantil, encontrando su máxima incidencia durante el primer año de vida. Por lo mencionado anteriormente es importante hacer hincapié en la alimentación con leche materna en las etapas tempranas de la vida para prevenir estas enfermedades y establecer la base de una buena salud (4,11).