La nieve, el hielo, el agua dulce, el agua de mar, las nubes, además de tener en común su fórmula química, H2O, son distintas formas y estados de una misma materia que puede ser observada por sensores específicos a bordo de plataformas satelitales que orbitan a cientos o miles de kilómetros de la Tierra. Desde la década del 70 estos satélites nos brindan datos, productos derivados, información sobre el agua, su evolución, su dinámica, su composición, su distribución sobre la superficie, sus cambios espacio- temporales.
Así podemos observar desde el desplazamiento de un témpano en la Antártida y seguir su trayectoria, hasta ver la afectación por inundaciones cubriendo miles de hectáreas productivas o afectando ciudades enteras.
Monitorear la calidad de agua que será potabilizada para nuestro consumo o que tendrá un uso recreativo en costas marinas o ribereñas. Dar soporte a la vigilancia, búsqueda y rescate en el mar, inventariar glaciares, periglaciares y humedales velando por la biodiversidad y el manejo racional de los recursos pesqueros, dar alertas por potenciales eventos de mareas rojas que además de impactar en la acuicultura artesanal tiene un alto efecto en la salud humana y en la fauna marina, estudiar si el balance hídrico y la humedad del suelo son adecuados en comunidades vegetales tanto nativas como para la producción agropecuaria, y el monitoreo de derrames de hidrocarburos en el mar, son solo algunas de las capacidades más destacadas, procesamiento mediante, que las imágenes satelitales tienen. Ellas pueden facilitar la toma de decisiones y brindar respuestas muchas veces más robustas en la actualidad contemplando escenarios pasados y modelando los futuros.