Es posible pensar a la modernidad como un proceso vigente. Dentro de sus mecanismos en los que la crítica se establece como característica inmanente, puede reconocerse el procedimiento racionalizador que deviene en la ideación de un futuro esperanzador. Esta mirada, herencia de la ilustración habilita la posibilidad de proponer sueños e ideas.
La modernidad, escribió Baudelaire, es lo efímero, lo veloz, lo contingente; es una de las dos mitades del arte, mientras que la otra es lo eterno y lo inmutable.
En la confluencia de sus dos almas, el pensamiento moderno habilita y promueve una atmósfera de permanente creatividad, de esperanza, de fe en la perpetua novedad y renovación de la historia.
Inmersa en el torbellino que impone el presente que se piensa huidizo, cambiante fragmentario, la modernidad se propone desconocer el pasado e interpretar la historia como una corriente precipitada de cambios continuos. La clara ruptura de las condiciones históricas precedentes posibilitó la aparición de una mirada desprejuiciada que se permitió pensar todo nuevamente, produciendo una crítica a los cimientos mismos de la conformación de la civilización humana.
Dentro de esa encrucijada la arquitectura y el pensamiento urbano moderno, ha buscado dominar el futuro, comprendido como el espacio imaginario que intenta colonizar la utopía, como material de lo real, produciendo el desplazamiento de la frontera que divide lo inmaterial de lo posible.
Nuestro interés se concentra en ese momento de ruptura en el que se produjeron un sinnúmero de proyectos y propuestas que buscaron reformular no solo el espacio habitable sino la organización de toda la vida social. Ideas que pretendían sacudir las bases mismas de la civilización occidental y que rápidamente fueron incluidas dentro de la categoría ficcional, inhabilitando de alguna forma, su potencial transformador.
Yona Friedman, Superestudio, Archigram, Metabolismo, Paolo Soleri, Paul Maymont, Guillaume Gillet, André Parinaud, Nicolás Schäffer, René Sorges, Paul Virilio, Buckminster Füller, Cedric Price, Constant, Hans Hollein, Paul Rudolph, Reyner Banham, Mario Corea, Amancio Williams, entre muchos otros, constituyeron una densa trama intelectual a partir de una basta producción teórica y proyectual, cuya revisión nos surge necesaria.
Sin pretender crear un movimiento que unifique desigualdades, es posible reconocer una matriz común en estas propuestas, y a partir de su estudio recuperar temas y preocupaciones que a la luz de la dirección que han tomado muchas ciudades contemporáneas, se establecieron como claras anticipaciones, eludiendo de este modo la categoría ficcional, para permitir pensarlas como visionarias.