En los últimos quince años, hemos asistido a la proliferación y consolidación de la “literatura de hijos”, una de las manifestaciones culturales en la que, junto con el cine, el teatro, la performance y la fotografía, se viene expresando la denominada –no sin problemas– “segunda generación de postdictadura”. Frecuentemente analizadas a la luz del ciclo de memoria inaugurado durante el período kirchnerista (2003-2015), estas producciones oscilan entre el recuerdo de la infancia vivida bajo el terrorismo de Estado (1976-1983), el presente de escritura en el que es posible advertir los efectos de la dictadura y la desaparición de los padres en las subjetividades de sus narradores y en las relaciones afectivas que logran (o no) establecer, en un contexto en que el lugar asumido por el Estado se ha desplazado hasta devenir –no sin tensiones– en uno de los principales garantes del ejercicio de memoria así como de reivindicación de la militancia setentista. Entre esos dos extremos, los 90, década signada por la impunidad en materia de justicia y derechos humanos, momento en que los protagonistas de estos universos literarios suelen ingresar a la juventud, a la vida ciudadana constituida, salvo excepciones, por un marcado desencanto con la política. Es en este marco que resulta llamativa la novela Treinta mil veces te quiero, de Emiliano Guido (2022). A diferencia de otros casos –pensemos en el narrador de los cuentos que integran 76 de Félix Bruzzone–, el narrador que construye Guido recupera una juventud de mediados de los 90 de creciente militancia, de politización de los espacios y de los vínculos entre pares, una “estructura de sentimiento” que, lejos de ser pensada como la materialización de la derrota del proyecto revolucionario de los 70, nos propone atender a sus persistencias, lo que a su vez da cuenta de una identificación del narrador con la generación de militancia setentista que, a nuestro juicio y a manera de hipótesis, la literatura vendría a problematizar. Así, a partir de la perspectiva teórico metodológica ofrecida por la sociología de la literatura, analizamos el imaginario propuesto por la novela y prestamos atención a sus paratextos –tapa, contratapa, reseñas, entrevistas al autor, entre otros– para reconstruir sus condiciones de producción. Leída como respuesta a la ofensiva neoliberal del período 2015-2019, advertimos un desplazamiento que va de la reivindicación de la militancia de esa juventud politizada en los 90 –y con ella del género testimonial– hacia la escritura literaria –el género ficcional–, precisamente el recorrido simbólico que realizan los autores de esta generación.