Esta historia explora, a través de la profunda relación entre un padre y su hijo, temas universales como el sentido de la vida, el inevitable paso del tiempo y la huella que dejamos en la memoria de los demás. Con un estilo narrativo evocador que simula pinceladas al óleo, este relato se dirige tanto a niños de 8 a 12 años como a un público adulto, ofreciendo reflexiones conmovedoras y atemporales. Nos invita a valorar los lazos familiares y a preguntarnos qué legado realmente dejamos para las próximas generaciones.