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El presente trabajo se enmarca en el Programa de Extensión Universitaria “Dispositivo Palabras que abren Puertas: Ciclos de escritura, lectura y conversación en contextos institucionales” en el que participo como coordinadora y articuladora institucional desde el año 2016. El mismo se enmarca en la Catedra de Psicología Clínica de Adultos y Gerontes y forma parte de la Secretaría de Extensión de la Facultad de Psicología de la UNLP. Mi acercamiento a este Dispositivo se vio causado por ciertos interrogantes que interpelaban mi práctica en la cárcel: ¿Cómo hacer existir el psicoanálisis en una institución jurídico-penal? ¿Cómo producir una interrupción en los dispositivos de dominación, control, medición, evaluación y explotación que la atraviesan? El contexto carcelario está marcado por el discurso del derecho, en tanto instancia que se ocupa de la justicia instaurando una serie de tecnicismos, burocracias y procedimientos universales con saberes y protocolos fijados de antemano. El orden institucional de la cárcel está basado en la lógica del contrato, es decir en un sistema utilitario de códigos de intercambios, de arreglos ilimitados, como así también de creencias, roles, conductas y lugares que se cristalizan, volviéndose sedimentaciones reproducidas una y otra vez. De esta manera, las relaciones de fuerza de poder-saber que allí se establecen no dan lugar al sujeto, ni a su palabra, ni a su testimonio; repudiando todo aquello vinculado a la dimensión de la experiencia del ser hablante, es decir, la experiencia del vacío como experiencia del Inconsciente: sus tradiciones, sus linajes, sus legados simbólicos, su historia, su invención; lo singular e inapropiable de cada quien. Ante la pregunta ¿qué puertas abren las palabras? parto entonces del sin consigna, del no saber al inicio, el que abre el ciclo de escritura del Dispositivo Palabras que abren puertas. Con esta consigna vacía -sostenida desde el operador deseo del analista - surge otra dimensión topológica que da lugar a un decir, que aloja una escritura, la cual testimonia acerca de la singularidad irreductible, aquella que la lógica capitalista busca forcluir.
En inglésThis work is part of the University Extension Program “Words that Open Doors Device”, in which I have participated as institutional coordinator and articulator since 2016. My approach to this Device was caused by certain questions that challenged my practice in prison: How to make psychoanalysis exist in a legal-penal institution? How to produce an interruption in the devices of domination, control, measurement, evaluation and exploitation that cross it? The prison context is marked by the discourse of law, as an instance that deals with justice by establishing a series of technicalities, bureaucracies and universal procedures with knowledge and protocols established in advance. The institutional order of the prison is based on the logic of the contract, that is, on a utilitarian system of exchange codes, of unlimited arrangements, as well as beliefs, roles, behaviors and places that crystallize, becoming sedimentations reproduced over and over again. time. In this way, the force relations of power-knowledge that are established there do not give rise to the subject, nor to his word, nor to his testimony; repudiating everything linked to the dimension of the experience of the speaking being, that is, the experience of emptiness as an experience of the Unconscious: its traditions, its lineages, its symbolic legacies, its history, its invention; the unique and inappropriate of each person. When asked what doors do words open? I then start from without a command, from not knowing at the beginning, which opens the writing cycle of the Device Words that open doors. With this empty slogan - sustained from the operator’s desire of the analyst - another topological dimension emerges that gives rise to a saying, which houses a writing, which testifies about the irreducible singularity, that which capitalist logic seeks to exclude.