Analizar las migraciones tempranas de Homo por fuera de África, conlleva varios interrogantes, entre ellos, ¿quién/quiénes protagonizaron esa aventura?, ¿cuándo lo hicieron? ¿Qué ruta siguieron al abandonar la cuna de origen? Muchas de estas preguntas no están del todo cerradas aún y generan diferentes interpretaciones científicas, que se reavivan a la sombra de nuevos hallazgos. Este capítulo tiene como propósito realizar una puesta al día de estas cuestiones, poniendo el foco en la colonización inicial de los territorios que hoy reconocemos como Asia y Europa.
Antes del descubrimiento de Dmanisi, en Georgia, el yacimiento de Ubeidiya, en el Próximo Oriente, proporcionaba un rango temporal seguro para pensar la presencia humana fuera de su lugar originario, en parte porque los sitios de Java, -Mojokerto y Sangiran-, presentaban algunos problemas datacionales (Diez Martin, 2005, p. 238). A posteriori, el descubrimiento del sitio de Georgia, de 1,8 millones de años (Ma), corrió el techo cronológico de la primera salida en alrededor de 300 mil años (ka) hacia atrás, al tiempo que la morfología de los fósiles encontrados, demostraron que para aventurarse por esas latitudes no era necesario poseer un cerebro muy grande. Por si fuera poco, el hallazgo de una mandíbula totalmente desdentada, permitió inferirla ayuda y la cooperación que recibió esa persona por parte de miembros del grupo, quienes debieron masticar previamente sus alimentos. En los últimos tiempos otros sitios descubiertos en Asia, mantienen expectantes a los científicos, y movilizan a pensar una posible salida más temprana del continente africano, así como a problematizar en torno a quiénes la protagonizaron.
La cronología del poblamiento inicial de Europa también ha sufrido cambios debido a nuevas evidencias, que horadaron el paradigma de la Europa joven, de fuerte arraigo en la década de los noventa, mientras se reavivan distintas interpretaciones sobre el rol desempeñado en la colonización temprana de esos territorios por migraciones de humanos provenientes de Asia o África. El sitio de Mata Menge en Flores, de 800 ka, una formación insular a la cual solamente se accedía por navegación y, teniendo en cuenta la cronología queda claro que fue protagonizada por “arcaicos”, refuerza la posibilidad de pensar en una entrada marítima también a Europa, desde África, como Gibraltar. Estas aristas, vinculadas con la colonización pleistocénica de Eurasia, son cuestiones que se abordan y se problematizan en este capítulo.