El estereotipo es algo que se reitera y se reproduce sin mayores transformaciones. Se caracteriza por ser un cliché, un lugar común, un esquema fijo que no requiere una participación activa del intérprete sino, por el contrario, apenas demanda su reconocimiento inmediato. El origen del término ligado a la imprenta es claro al respecto: una vez diseñadas las planchas era posible imprimirlas una y otra vez sin alteraciones, es decir, permitía estereotipar los textos y reproducirlos sin más. La naturaleza fija y estable del sistema de impresión se trasladará luego a otras situaciones fundadas en la repetición de una idea banal, frívola o superficial. De ahí que el carácter preconstruido del estereotipo pueda asumir, según el caso, una forma lingüística, conceptual, artística, etc., siempre ideológica.
En tanto convención legalizada por medio del uso social, es indudable que buena parte de la comunicación cotidiana es posible gracias al empleo de formas preconfiguradas, facilitando en cierto modo la relación con el mundo y el diálogo con los demás. Dicho esto, aclaremos desde el inicio que no es éste el sentido –el de los códigos socialmente compartidos– en que será abordado el concepto de estereotipo en este texto. Antes bien, interesa particularmente analizar la atribución de connotaciones estáticas, generales y universalizables a elementos o configuraciones, en particular cuando son trasladadas al universo del arte en cualquiera de sus dimensiones.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)