Frente a la inexistencia de un centro dominante y la interdependencia que identifica al sistema internacional contemporáneo, la creciente gama de actores estatales y no estatales, tradicionales y emergentes, buscan definir su rol en un mundo cada vez más interconectado y globalizado. Asimismo, este estado de situación demandó normativas e instituciones en el ámbito mundial y regional para regular aquellos problemas de gran envergadura que trascienden a los Estados y requieren ser asumidos en su conjunto. Dicho escenario refleja también las tensiones y cambios socio-económicos que, desde finales del siglo pasado, llevan a cuestionar, no sólo el concepto de desarrollo, sino la inserción internacional, obligando a repensar los mapas cognitivos tradicionales que permitan describir la realidad cambiante, cuestionar los paradigmas tradicionales de integración y plantear proyectos alternativos.