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Durante la denominada “primavera árabe” (al-rabīʻ al-ʻarabī) las mayorías populares, al grito de “el pueblo quiere la caída del régimen” (al-shaʻb yurīd isqāṭ al-niẓām), se levantaron en rechazo a las elites tradicionales que durante décadas se beneficiaron del sistema político vigente (El-Katiri, 2014: 40). Sin embargo, la “primavera democrática” (al-arabīʻ al-dīmuqrāṭī) fue secuestrada por los grupos de mujāhidīn que desataron la violencia. En la región del MENA, salvo contadas excepciones es difícil ver hoy en el escenario más allá de los totalitarismos neo-islámicos, las proxy wars o los estados desintegrándose entre los enfrentamientos internos y la represión. En este contexto, las múltiples manifestaciones teológico-políticas islámicas adquieren una importancia creciente en el escenario ideológico contemporáneo, tanto en el mundo árabe como en el occidental. Se ha afirmado que el conflicto entre el mundo occidental y los mujāhidīn no es una disputa alrededor de territorio o recursos sino por modos de vida diametralmente opuestos (Raab, 2012: 10). Sin embargo, la disputa con las corrientes políticas o político-militares de mujāhidīn es simultáneamente “material” y “simbólica”. Las razones instrumentales e ideológicas se complementan mutuamente. Es difícil plantear en qué medida la jihād es una amenaza más a la “identidad” que a los “intereses” del mundo occidental (Crenshaw, 2008: 79), como si ambos pudieran distinguirse fácilmente. Ciertamente, la ideología desplegada por Dāʿish no podrá cubrir por sí sola su creciente descalabro militar y económico (Hansen-Lewis y Shapiro, 2015: 151). Sin embargo, cuando más temprano que tarde Dāʿish sea derrotado militarmente el mundo occidental volverá a descubrir que su relevancia no es al nivel de la organización en sí misma sino en cuanto una ideología, una fuente de inspiración (Canadian Security Intelligence Service, 2012-2013: 53) y que es entonces hacia ella donde deben dirigirse los esfuerzos. Sin duda, los islāmiyyūn no son una causa sino un síntoma no sólo de una realidad material sino también de un contexto –y de una historia intelectual. En ese sentido, cualquier intento de comprender la dinámica política de la región del MENA debe partir de un profundo conocimiento de las ideas de los principales pensadores islámicos tanto medievales como contemporáneos (Müller, 2014: 68). Afirmar, como se hace frecuentemente, que Dāʿish “no es islámico” o “no representa al islam” tiene dos consecuencias no deseadas. Por un lado, dificulta comprender los motivos, las aspiraciones en última instancia teológicas –y no meramente ideológicas– que lo sostienen. Por otro lado, potencia su meta-narrativa apocalíptica, reforzando la idea de que, previo a la hora final, los verdaderos creyentes se separarán, y serán separados, radicalmente del resto del mundo. Es necesario abandonar esta perspectiva que supone que los mujāhidīn “son personas seculares, con concepciones políticas modernas, que aunque tengan una apariencia medieval en realidad aspiran a alcanzar ciertas concesiones políticas que solamente disfrazan bajo la idea de un supuesto ʿestado islámicoʾ” (Wood, 2015: 4). Es verdad que, buscando atraer a muchos musulmanes sunniyyūn que no comparten el núcleo de su visión del mundo pero sí los sentimientos anti-shīʿah, especialmente en ciertas zonas del mundo árabe donde las identidades sectarias son muy relevantes, en ocasiones la retórica de Dāʿish –dirigida específicamente al público local que consume las cadenas de televisión locales y los periódicos en árabe– hace hincapié en dichos motivos sectarios por sobre los específicamente religiosos. En un contexto donde una gran parte de la población ve a su gobierno como “secuestrado” por la shīʿah y en última instancia por Irán (Watts, 2015: 159), Dāʿish ha contado con la inesperada ayuda incluso de cadenas televisivas como Baghdad –perteneciente al al-Ḥizb al-Islāmī al-ʿIrāqī– y periódicos como al-Quds al-ʿArabī, desde donde en muchas ocasiones se “normaliza” a Dāʿish colocándolo como un actor más en un enfrentamiento sectario o en última instancia político (Sowell, 2015: 130-141). Ahora bien, es un error considerar que las creencias religiosas de Dāʿish esconden motivos políticos ocultos, más allá de esta retórica circunstancial. Dāʿish no persigue un agenda en última instancia ideológicamente secular. Las fuentes de inspiración de Dāʿish son las que lo han llevado a imaginar sus metas últimas, una determinada justificación del uso de la violencia, construir una estrategia exitosa de reclutamiento, desarrollar un cierto estilo de gobierno y en definitiva a lograr el alcance conocido. En este sentido, la investigación sobre las diversas facetas de Dāʿish debe continuar algunos de los puntos que –muy incipientemente– se ha intentado al menos poner de manifiesto a lo largo de esta investigación. En primer lugar, en lo que respecta a los estudiosos occidentales, debe basarse en fuentes primarias. Es la única forma de evitar los reduccionismos que, mediante simplificaciones, convierten involuntariamente a los actores políticos en meras caricaturas. En segundo lugar, y esto les compete especialmente a los académicos del mundo arabe, debe intentar comprender las narrativas propias de cada organización, buscando las razones propias que se esgrimen en cada caso y dejando lado la idea de que los mujāhidīn son una suerte de “patología” de las sociedades islámicas. En tercer lugar, los análisis deben ser lo más específico posibles, entendiendo los roles de los movimientos estudiados en el marco de sus distintos contextos, en relación con otras organizaciones de distinto tenor, vinculados de un modo u otro con el mundo occidental, y evitando aislarlos teóricamente para hacer grandes comparaciones que, por su abstracción, son en última instancia tan verdaderas como falsas (Utvik, 2011: 141-143). El objetivo de esta tesis ha sido analizar las narrativas construidas por Dāʿish en el marco de las estrategias de comunicación desplegadas por las organizaciones de mujāhidīn y a partir de su propia historia. El centro de la estrategia comunicativa de Dāʿish es una cierta narrativa –en sentido amplio– desplegada a partir de un núcleo identitario. Su objetivo es conectar las emociones políticas de esta identidad-en-construcción en vistas a modificar el balance de poder. Así, las identidades son utilizadas como una herramienta en la disputa política –pero esas mismas identidades crean luego realidades que se replican a sí mismas (Luomi, 2008: 48). La intención de la narrativa de Dāʿish es transformar las percepciones tanto del pasado como del presente, modificar la organización de los grupos humanos potenciando la creación de otros nuevos y alterar la cultura enfatizando ciertas formas de ver la realidad por sobre otras. Así, pone sobre la mesa una nueva interpretación del mundo en vistas a modificarlo (Martin, 1995: 13). Es necesario poder comprender profundamente esta intepretación para poder superar la instancia actual en la que sólo se aspira a buscar, más o menos desorganizadamente, una contra-narrativa para cada una de las narrativas de Dāʿish, aspirando a construir una narrativa radicalmente alternativa (Winter, 2015: 39). Esta tesis ha pretendido ser, modestamente, un paso en esta dirección.