Pasando revista a las distintas situaciones médico-legales que el alcoholismo agudo plantea a diario, comprendemos la enorme importancia de la exactitud en el diagnóstico, de los distintos grados de ebriedad. Es por ello, que se ha recurrido al laboratorio, buscando un método de investigación que confirme la presunción clínica hallada, y nos fundamente con datos más fehacientes, las conclusiones para arribar a un dictamen pericial más justo. Lo dicho, no significa la eliminación del examen clínico; por el contrario, quiere establecer que ambos exámenes, se complementan y se controlan, pero no se substituyen. Por otra parte, el dato químico por sí solo, no puede darnos ninguna indicación sobre los caracteres, naturaleza e intensidad de los síntomas. Basados en estos hechos, autores como Nicloux, Naville, Balthazard, Widmark, Cordebard y otros, han dedicado largas horas de trabajo al estudio de la dosificación del alcohol etílico en el organismo, buscando el método menos falible y más exacto, para garantizar las conclusiones diagnósticas.- Ahora bien, como es sabido, esta dosificación puede realizarse:
a) en el contenido gástrico.
b) en los distintos líquidos orgánicos (sangre, orina, líquido cefalorraquídeo, saliva, etc.)
c) en las vísceras
d) en el aire espirado En breve síntesis diremos que, luego de considerar todas las ventajas e inconvenientes que los distintos métodos plantean, es indudablemente la sangre el elemento que para la práctica corriente depara los mejores resultados, siguiéndole la orina, que compensa su menor exactitud con la facilidad de su obtención.