En 2005, siete años antes de su irreparable desaparición, Gustavo Roldán publicó Bestiario para la editorial Guadal de Buenos Aires. En la página web de dicha editorial, este libro está clasificado o recomendado como un texto infantil para niños de diez años o más y promocionado como “Los seres mitológicos más asombrosos de todos los tiempos, y sus extraordinarias historias” (Roldán, 2005).
Bestiario (2005) se constituye por un conjunto de descripciones de animales prodigiosos, acompañados por la historia que da sentido a la inserción en el conjunto y las ilustraciones de Gabriel Bernstein.
De todos los libros de Roldán, Bestiario (2005) es, a mi juicio, su obra más peculiar, al tiempo que la menos conocida y difundida en el ámbito de la literatura infantil argentina reciente.
Esto quizá pueda deberse a tres cuestiones: en primer lugar, a que el público destinatario es un tanto mayor que la media de sus libros que han tenido mayor repercusión: pienso por supuesto en Historia de Pajarito remendado (1984), El monte era una fiesta (1998), Sapo en Buenos Aires (2003), etc. Así, se cumple el objetivo que Roldán (2004) sostuvo para su obra: “aspiro a escribir textos donde la cantidad de años que tenga el lector no sea más que un accidente como el verano o la lluvia o el frío” (p. 4).
En segundo término, porque el autor se aleja de los relatos y versiones de cuentos que había aprendido en el bosque chaqueño en su infancia, los relatos folclóricos que recreó a lo largo de toda su vida bajo un denominador común: animales de carácter muy argentino y latinoamericano: quirquinchos, sapos, zorros, monos, bichos colorados, ñandúes, y hasta piojos, que se humanizaban y que por ello se acercaban al formato fábula, aunque tanto Roldán como su esposa Laura Devetach afirmaron siempre que su literatura no debía ni quería ser moralizante: “Hay demasiados educadores –los padres, la policía, la escuela y las iglesias–; la función de la literatura es cualquier cosa menos esa. Que de paso también educa, sí, pero esa no es su función” (Clarín, abril 2012); y creo que aquí radica no solo la belleza sino la complejidad de este texto, porque el bestiario de Roldán enraíza profunda y profusamente con la historia literaria y ciertos tipos textuales que se actualizan desde la Antigüedad hasta nuestros días.
En tercer y último lugar, porque Roldán considera la transtextualidad (Genette, 1983; Romero López, 1998) como una posibilidad escrituraria en función de sus lectores infantiles y juveniles lo que muestra su interés por el vasto fenómeno de la comprensión y recepción lectora.
Así, esta comunicación avanza en analizar los tres aspectos referidos: los géneros literarios infantiles, la construcción discursiva intertextual de los personajes y el público lector infantil y juvenil.