La experiencia Libros que muerden surge entonces de la necesidad y el deseo de reencontrarnos con los libros que durante muchos años sufrieron la censura. Nos pareció que este título Libros que muerden tenía algo de provocación. Queríamos provocar y decir que la literatura puede ser rabiosa; puede devorarse a sus lectores, producir sismos, generar diatribas. No pensamos desde la neutralidad. Detrás de esos libros, como de tantos otros entendemos a una literatura irreverente, que promueve diversos sentidos. Por ese entonces habíamos hecho un juego con muchos chicos de los talleres de literatura,tomando fotografías especiales con los libros y decíamos…si un libro puede morderte, nosotros podemos morder un libro y no por eso somos los tragas de la clase; roerlos y hasta masticarlos como lo hace Enrique, el increíble niño come libros de Oliver Jeffers. La apuesta nos da un aire de antropófagos, nos conduce hacia una acción vital ligada al acto de leer, de mirar, de estar frente a un libro.