<i>Diario del Juicio</i>: La Cacha - Informe 7

Abstract

Radio Universidad Nacional de La Plata presenta el informe a partir de la cobertura especial de los juicios por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura. La cobertura periodística y general está a cargo de <b>Virginia Ilariucci</b>.

<b>La Cacha: Informe 7</b> Los Bettini-Francese eran una familia católica y tradicional de la ciudad de La Plata. Durante la dictadura militar, tanto ellos como algunos empleados y sus familiares sufrieron la persecución, el secuestro y la muerte. <b>Marta Bettini</b> vive en España, adonde tuvo que escapar, con sus dos pequeñas hijas, de la maquinaria genocida, en 1977. El 28 de marzo de 2014, ante el tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, Marta comenzó su relato enumerando sus muertos. Marcelo Bettini tenía 21 años y estudiaba en la Universidad de La Plata. Militaba en la Juventud Universitaria Peronista y había ingresado a las filas de Montoneros. El 9 de noviembre de 1976 tenía una cita en el barrio de Tolosa, y junto con Luis Bearzi fueron emboscados, secuestrados y asesinados. Su padre, Antonio Bettini, comenzó a averiguar por el paradero de Marcelo, y en esa búsqueda llegó hasta la morgue platense. El marido de Marta, el teniente de fragata Jorge Devoto, era marino retirado e intentó conseguir respuestas con sus ex compañeros. Así se enteraron que Marcelo había muerto. Pero también confirmaron que no había sido un “enfrentamiento” como les habían informado. La familia encontró el cuerpo de Marcelo enterrado como NN en el cementerio de La Plata. Lograron exhumarlo de una tumba clandestina en la que estaba junto con otros 5 cadáveres. Allí también se encontraba Luis Bearzi. El 17 de marzo una patota allanó una cochera propiedad de la familia y secuestraron a quienes la gerenciaban: Alfredo Temperoni, que era el chofer de la abuela, María Mercedes Houquebié de Francese, “Memé”, y su yerno, Rubén Contardi. Antonio Bettini y Jorge Devoto comenzaron a averiguar por Temperoni, que hacía 40 años que trabajaba con ellos. Era casi un miembro de la familia. Al día siguiente, al salir de la comisaría de 12 y 60, unos autos los siguen, los interceptan y secuestran a Don Bettini. Días después, Devoto corrió la misma suerte. Concertó una cita en el edificio Libertad de la Armada Argentina para obtener información sobre su suegro. Nunca más lo volvieron a ver. No tuvieron noticias de Devoto hasta 1997, cuando el ex marino Adolfo Scilingo, habló de “los vuelos de la muerte”. A Alfredo Temperoni lo liberaron y pudo contar a la familia que había estado secuestrado con su jefe, Antonio Betini, en el mismo centro clandestino de detención. Los militares además tenían apetencias económicas y la familia Bettini tenía un buen pasar, y fue así que se lanzaron tras la fortuna. El 3 de noviembre de 1977 secuestraron a la abuela Memé, de 77 años. El general Ramón Camps justificó el secuestro con el argumento de que Memé “aportaba plata para la campaña de los montoneros en el exterior”. Además, algunos miembros de la misma familia, en complicidad con los militares, como Armando Antonucci, esposo de Hilda Francese, una de las hijas de Memé, pretendían quedarse con los bienes de los Bettini-Francese. Entre todas las gestiones para tratar de encontrar a Don Bettini y a su suegra Memé, acudieron a la Iglesia Católica. Contactaron a monseñor Antonio Plaza, al cardenal Raúl Primatesta, al nuncio apostólico Pío Laghi y a los papas Pablo VI y Juan Pablo II. Las respuestas que obtuvieron sólo corroboraron la complicidad eclesiástica. Luego de una hora y media de minuciosa y detallada declaración, Marta Bettini concluyó su exposición con esperanza y orgullo.