Golosinas de versos: para los más pequeños y otros no tanto

Abstract

Hablar de Carlos Rubén Cazorla es nombrar el sentido horizontal de la ternura y la verticalidad del amor desde una calvicie pensadora de cariño. Hace tiempo y antes de conocerlo, un diario de Venado Tuerto publicó algunos de sus poemas. Eran la versión rural y pueblerina del porteño Héctor Gagliardi, por la morfología estructural de su trama. Hoy tenemos en nuestras manos un ramillete de flores poéticas que iluminan la infancia, ese territorio mágico donde la simplicidad y la ternura se encuentran. Podemos imaginar que en “Adivina” se acerca tímidamente a la fragancia temática de María Elena Walsh. Los que han transitado las aulas durante sus años docentes saben de la alegría, disposición de ánimo y entusiasmo de los alumnos para hacer rimas, cantar poemas y más aún, dramatizarlos donde la moneda corriente es una mirada, un beso, una caricia. Este libro es un cuenco que contiene a la inocencia y la candidez, entremezclada con animalitos, barriletes, sueños, bicicletas y el agua mansa de un río.

<i>(Texto del prólogo de Rosa Arias Naranjo y Julio Lemoine)</i>