Los metales pesados se encuentran en los ambientes acuáticos tanto por causas naturales como antropogénicas. Si bien algunos cumplen un papel importante en el crecimiento, desarrollo y reproducción de los seres vivos, su presencia en exceso los afecta negativamente, incluso en bajas concentraciones como en el caso del mercurio (Hg), plomo (Pb) y cadmio (Cd). Allí radica la importancia del monitoreo de metales pesados en el medio ambiente para tratar de establecer posibles rutas de exposición hacia humanos (Walker et al., 1997; Landis y Yu, 1998; Alama et al., 2002) dado que estos elementos tienen la capacidad de acumularse y movilizarse a lo largo de la cadena trófica.